Miguel Ángel Concepción. Fishandfreak

miguelangelconcepcion1

Los dioses traman la vida de los hombres para que las siguientes generaciones tengan algo de lo que hablar, sentenciaba Homero en su Odisea. Pero sería mejor decir que somos los humanos los que tramamos nuestras  vidas para que las siguientes generaciones tengan dioses en los que creer. Posiblemente no seamos más que trozos de carne seducidos por una conciencia que pretende transformar nuestra existencia en algo transcendente. Un juego imaginativo que da sentido a nuestro pasado como desencadenante de nuestro presente y nos hace creer que esta misma dinámica se dará a la hora de otorgar sentido a nuestro futuro.

Miguel Ángel Concepción hace uso de la fotografía casera a conocidos y amigos, sin poses, sin encuadres, en estado de embriaguez, de fiesta, sorprendidos o forzando una sonrisa de muestra. Luego las reelabora con sus pinceles en el estudio, donde las transforma en una especie de pared que recibe las múltiples capas de pintura, las manchas, trazos que desvirtúan la nitidez inicial. Con este proceso las somete al trauma del tiempo añadiéndoles el ruido visual propio del paso de los años, las veladuras, la disolución de los contornos y colores…Pero sobre todo es  carácter lo que adquieren los rostros que el artista trabaja en su estudio, de una manera similar a los muros de una casa, impregnados de las vivencias y choques de sus habitantes.

Estos rostros se alejan de las caritas de cera de las poses del famoseo, de los escenarios mediáticos, los empresarios millonarios, dirigentes políticos, deportistas de élite, cantantes-modeladas en karaokes televisados, actores que pasean su amor en alfombras rojas, toreros vestidos de Armani,  modelos acompañantes en fiestas vip. Estas caras que los medios vomitan sin parar sobre nuestro imaginario quizá llamen más la atención, suban a lo más alto los medidores de rating, pero hace tiempo que dejaron de decirnos algo, su masificación es directamente proporcional a la inatendibilidad que provocan. Estos retratos, si bien no suben los niveles de Share, los Rating o las cuotas de pantalla, sí tienen la capacidad de contar historias. Miguel Ángel facilita sus lecturas al respetar la escenificación que los mismos retratados imponen a sus propias imágenes en lugar de tratarlos en su totalidad como material de autoexpresión.

No es el biografismo entendido como la necesidad de encontrar el significado de la obra en la vida del artista lo que nos dará acceso a la imaginería de este autor. Para acceder a la obra de Miguel Ángel Concepción es preciso desgranar el tiempo que nos ha tocado vivir en sus más superficiales detalles. En efecto, sería un error buscar el detalle sintomático que “abra” la obra a partir del conocimiento de la vida del autor sin antes someter a cirugía invasiva el marco vital que compartimos.

El campo de trabajo de Concepción es la vida ahistórica, sus nimios detalles, sus más insignificantes anécdotas, aquellas que con más certeza nos mostrarán el contexto epocal que vivimos. Sus monocromías sirven de testimonio y documento de una época. Un canto al placer de vivir, a los pequeños placeres sin los cuales nos convertiríamos en terroristas. Logra establecer una llamada a la interconectividad entre seres humanos, a la expansión de una especie de conciencia colectiva. Miguel Ángel accede en su obra al absoluto hegeliano de la ilusión –subjetiva—de realidad—objetiva—. Con él nos muestra el fallo dado en la historia de la filosofía en su intento de diferenciar el conocimiento popular del conocimiento verdadero. Miguel Ángel introduce el dedo en el hueco entre la realidad corriente y la dimensión etérea transcendente operando desde el sentido sobre lo real.

 

PEPE ÁLVAREZ

Deja un comentario