índice de ausencia

 

María Izquierdo, Leticia zamorano, Ángel Romero, José Pedrero y Jesús del Toro. "El Puente Azul" (2014). Intervención sobre El Puente Mendoza sobre el Rio tinto. Berrocal- Huelva-. Hilo azul de atirantar, tensores, lona, gavillas. Dimensiones: 35 m X 1,30 m
María Izquierdo, Leticia zamorano, Ángel Romero, José Pedrero y Jesús del Toro. «El Puente Azul» (2014). Intervención sobre El Puente Mendoza sobre el Rio tinto. Berrocal- Huelva-. Hilo azul de atirantar, tensores, lona, gavillas. Dimensiones: 35 m X 1,30 m

En el uso de la naturaleza como portadora de signos estéticos los límites parecen difusos, lábiles y difíciles de apropiar. Porque, a diferencia de la obra de galería o el cuadrito de salón burgués, con sus atemporales mármoles y oleaginosos  pigmentos, estos trabajos son engullidos por el medio para el que son, y donde son, construidos. Así pues la obra deviene organismo que, sometido a la entropía natural, sufre y se transforma por las corrientes de aire, los efectos de la luz solar, la erosión del agua… ganándose con ello el respeto del paisaje que le cedió un lugar para portar lo que fuera quisiera decir a quienquiera pasara por allí. Como dijera Haacke “una escultura que reaccione físicamente a su ambiente no puede ser mirada como objeto”.

Entablar una relación dinámica con el lugar a través de signos y marcas, huellas indiciales del paso de alguien. Transformar el medio en superficie de inscripción haciendo del paisaje un todo a descifrar, conlleva la tentativa de ocuparse de lo previo a la realización de un objeto artístico, del antes, y la obligación de mirar el paso de los años contando por unidades milenarias.  Es este viaje, no como recorrido, sino como transferencia, lo que es arte.

Una multitud de hilos azules son tensados sobre los pilares de un antiguo puente derrumbado en una zona minera. Salvando el obstáculo natural de un ferroso río rojosangre, una maraña azul remarca su presencia contrastando vivamente con su color. Los frágiles hilos cargan los pilares que antes soportaron el peso de vías de ferrocarril y un constante tránsito de mineral y personas, y sirvieron de punto vital de comunicación entre comarcas de la zona.

Y a pesar de su marcada presencia la pasarela indica una ausencia, un pasado, una línea nostálgica que en su trazo contundente pero frágil quiere llamarnos la atención sobre algo ajeno a ella. Algo materializado en uno de los mayores incendios conocidos en España que calcinó 35000 hectáreas de monte en 2004, con mil evacuados, dos muertos, más de una decena de localidades afectadas, miles de seres vivos quemados  y unas secuelas que aún hoy son evidentes tanto en el paisaje como en el ideario comunitario de la zona. Un incendio provocado,  intervención humana asoladora, una proposición sin mensaje válido, sin conjura, pero de nuevo, una huella. La pasarela actúa en este sentido como modelo reconciliatorio entre hombre y naturaleza diez años después de la catástrofe.

La habilidad del grupo de creadores de tomar un espacio simbólicamente denso tanto por el lugar como por su historia, permite que esta huella se remonte más allá del suceso. Más allá quizá del pasado minero—otra huella—. Más allá incluso del momento difuso y ajeno al ser humano de la creación del planeta. Y esta prolongación es facilitada por, al menos, dos ejes de observación, el constructivo y el natural. La construcción y la naturaleza en continua lucha cuyo resultado entrópico es la homogeneización sistemática de sus estructuras. Esta configuración exige una doble visión: la del tiempo real y la del tiempo histórico.

Transformación, manipulación y destrucción del medio ambiente, espada bífida de presencias y ausencias. Complejo pararquitectónico que resume a la vez preocupaciones gráficas y escultóricas. Trazo efímero, el hilo azul, frágil, insignificante, forma suspendida que, sin embargo, como la propia humanidad, unida de forma sostenible y respetuosa con el medio formaría una cadena indestructible. Este puente se nos antoja con la suficiente fuerza para sostener el Universo.

PEPE ÁLVAREZ

 

 

1 Texto del catálogo publicado por la exposición de H Haacke en la Howard Wise Gallery de Nueva York(enero-febrero) 1968.

escritores de calle

https://criticaenelmargen.wordpress.com/2014/07/17/escritores-de-calle/Y va y me salta el colega con lo de que el graffiti es una manifestación artística heredada de Grecia y Roma y resurgida en el Renacimiento, que si dos mil años, que si Miguel Ángel era un grafitero…Y yo, que no estaba para aguantar cagadas, le digo que una pintura al fresco o cualquier mural no tiene porqué ser un graffiti, que un graffiti es una huella del paso de alguien que quiere ser notado, y vuelve el caradebaguette con su conferencia sobre si en las cuevas de las manos existen huellas dejadas hace más de veinte mil años, que si el graffiti  tiene muchas modalidades  y todo el tratado jodológico…El graffiti es una firma, le digo yo, una llamada a ser reconocido como existencia.    Cómo todas las técnicas—me interrumpe—que puedo dar tantas vueltas—me dice—como quiera,  que siempre volveré al mismo punto. Y que si los muros de Pompeya son un claro ejemplo y toda esa mierda histórica.  Lo que se escribiera en los muros—le digo yo, casi gritando, no te jode que me estaba cabreando—de lupanares, balnearios, baños públicos, o salones privados de niños ricos romanos, y los mensajes públicos, ya sean con palabras o con dibujos, tampoco son graffitis. Un graffiti es un trazo que viene a decir “Estoy aquí” a un medio hostil al que lo escribe, que lo aliena y no lo tiene en cuenta, y lo dice además con total indiferencia hacia los que mueven el cotarro, a su mierda de política, elecciones, tolerancias cero y toda la basura mediatizada que se mueve a su alrededor y lo deja de lado.  Les dice ni habéis ni podréis acabar conmigo, ése es el único mensaje, sólo ése, sólo la firma, sin metáforas, sin códigos representacionales, sin mierda de mensajes políticos, sólo la jodida firma.

Las condiciones dadas en el graffiti—continué  con la presión en el cerebro que causan las conversaciones que no llevan a ningún lado—las condiciones dadas, digo, hoy día no son descomprimibles en elementos que coincidan con ninguna época pasada.  Pueden venir todos los niñatos con su puta licenciatura de Bellas Artes bajo el brazo, sus Montanas nuevecitos y sus jodidas mascarillas a pintar sus sombritas y sus lucecitas dieciochescas y sus mierdas de líneas equilibradas, con la esperanza de que algún comemierda de la consejería de yoquesé le contrate para pintar el muro de algún polideportivo y tirarse el moco de mecenas cultural a la par que favorecedor de las más desfavorecidas expresiones de los más desfavorecidos, desfavolvidados estratos de la sociedad estratificada y toda esa mierda.  O… O algún galerista le diga: Esto, pero en un lienzo. Simulacro. Y se lo digo lento y en voz más alta al carachapataconmanteca: s-i-m-u-l-a-c-r-o.

No me jodas—le digo creyendo que me va a explotar un ojo de la presión con que las palabras querían salir—es tu puto y simple nombre escrito en una pared de la calle, el único media que carece de los condicionantes de los media, el único media que no media, al que se puede responder directamente, donde la palabra se muestra efímera y mortal. Dime: ¿Qué coño tiene que ver una firma en el muro de carga de un edificio del extrarradio, o en el pilar de un puente, donde la peña lleva a sus chuchos a cagar, con tus manos de las cuevas de hace millones de años, que eran lugares sagrados?  ¿Qué, con los jodidos dioses que Miguel Ángel pintara en una capilla privada?  Y, joder, que empecé a enfadarme de verdad,  y estaba por llevarle por las orejas a ver graffitis al parque y decirle: Ves eso? Ves ese cangrejito tan bien pintado? Con sus lucecitas y sus sombritas, con todas sus tenacitas y detallitos? Ves la firma, que a modo académico el pavo que lo hizo ha dejado en el margen inferior derecho? Pues esto será lo que tú quieras pero no es un graffiti, es una pintura mural pintada en la calle, tiene su belleza joder, y yo no digo que esté mal, pero ni esto es un graffiti, ni el que lo hizo un escritor. Pero esto es la calle, mira como le han escrito encima un par de firmas. Aquí nada es de nadie y toda obra se hace efímera y todo espacio comunitario, esta es la entropía de la calle, todo es borrado por otras firmas, continuamente…

Y vaya si me cabreé, pero tú me conoces y sabes que no soy así. Que no me dejo llevar por discursos violentos ni me alimento de mis pasiones y el chaval tampoco me cae tan mal…No, no, no, perdone usted, estoy de acuerdo en casi todo salvo en lo concerniente al pasado. Esta vil calaña, si me permite la expresión, que pretende ilustrar sin que nadie le pida su opinión, que se creen tan listos y se atreven a hacerlo en lugares no creados para servir de sostén al, quizá más alto, noble y universal de los artificios humanos, quiero decir la pintura.—Por supuesto, no faltaba más, es usted muy considerado con ello, pero me gustaría, si con ello no incumplo algún precepto necesario para hacerme llamar su amigo y contar con su simpatía. Me gustaría, digo, tuviera a bien considerar a esa pobre calaña, lo más bajo de nuestra organizada sociedad, como enfermos del sistema, pequeñas piezas defectuosas o, simplemente, escoria. Dejados de lado por un sistema que les repele y rechaza y muestra toda su incapacidad para meterlos en vereda y que piquen el anzuelo.—Calaña de la más baja, maleantes y delincuentes sociales, eso es lo que son. Estoy de acuerdo señor.—Pero acaso haya, y perdone mi impertinencia, en su sistema comunicativo una capacidad contestataria real, detrás de cada mensaje una vida, una existencia, un ser individual, un Humano Neto, sin más peso social que su propia conciencia vital. Fuera de toda organización, de todo sistema, sí, pero precisamente por ello aún no reducido a mero voto por una élite política, sujeto que rechaza esa reducción y elige el medio social por excelencia para su contestación. Y esta contestación, única fuerza antagónica del poder,  ¿No les hace libres?, al menos más libres que nosotros?  Porque: ¿Cuál es la base de la libertad si no la posibilidad de dar respuesta a los actos de otro sea cual sea su manifestación, y qué es el poder si no el hacer y decir cualquier cosa sin dar posibilidad a los receptores de dar respuesta?