Desde el margen, alejados de todo centro, sin conexiones ni posibilidades de alcanzar un camino mínimamente bien establecido que drene las frescas creaciones céntricas, su viva motilidad, intensión y originalidad, de inmediatez y primacía. El margen se alimenta de los restos masticados, ajados, polutos y contaminados en el transcurso del camino recorrido desde su creación.
El margen se nutre de la bibliografía olvidada, descatalogada, marginada y alienada; donde no miran cátedras ni colegios, el margen son los restos entrópicos repletos de cuanta información han tocado y vaciados de todo contenido original. El margen no rinde cuentas con nadie, nada debe, es buscador incansable de conexiones fuera de tiempo y lugar. Sin geografía ni época, sin era ni maneras, sin línea temporal. El margen es libre, es el vacio, la nada acechante desde un nolugar, desde un notiempo, contenedor informe capaz de conectar toda información de forma natural y simple.
Desde el margen los puntos son infinitos y siempre se ve el centro, desde el centro la visión es panóptica, pleno de convicciones ingenuas, positivas e ideológicamente fuertes. El margen es multireferencial y heterogéneo, en el camino hacia su extremo, el centro se descompone en millones de elementos polivalentes cada uno con su flujo independiente, para recomponerse, en mero azar, en una visión continua, rizomática, proteica e invencible.
Desde el margen entendemos que toda racionalidad debe debilitarse en su mismo origen y que una inmensa cantidad de mensajes emitidos por la tradición deben de ser sometidos a nuevas lecturas. El margen huye como de la peste de la verdad científica que sólo muestra la esfera de afirmaciones verificables por pruebas. Se acoge, por el contrario, a la verdad como el juego de ocultamientos y desvelamientos dictado por Heidegger.