En el trigésimo quinto libro de su Historia Natural Plinio sitúa el origen de la pintura en la casa de un alfarero cuya hija, ante la inminente partida de su amado, contornea la sombra que éste proyecta en la pared. Son muchos más los tratados posteriores que sitúan el origen de la pintura en la proyección de una sombra y en el intento de mantenerla estática, siempre revisable e independiente del cuerpo que la origina. Es posible entender en este sentido la pintura como una forma desesperada de hacer de la fugacidad de un acontecimiento algo durable y eterno. Y puede que sea precisamente su fracaso a la hora de relacionar el significado como objeto ausente y el significante materializado en la superficie pintada lo que hace de la pintura uno de los géneros artísticos más sometidos a revisión a lo largo de la historia.
Alejandro Cuerda trabaja la relación causal de la huella con su referente, el rastro que por precipitación o surco lo significado deja como marca de su propio paso. Como el espacio vacío que un cuerpo deja en la arena de la playa, la obra de Cuerda singulariza el acontecimiento de paso sometiendo a un instante lo simultáneo de un proceso. Proceso consistente en la construcción de un puente entre lo visible y lo decible a través de una aproximación de cualidades ópticas con cualidades inteligibles. Una lexicalización inmediata de la dimensión figurativa del tiempo. La huella, reducida a grafema, establece asociaciones identificativas mucho antes de pasar a la tarea de representar.
Los elementos de contenido, ejecución y estructura narrativa se alinean en una construcción de sentido que parece escaparse de entre los dedos de la razón para ser aprehendidos por una sensibilidad más profunda. Aquella que es capaz de suspender el tiempo. De hecho el condicionante tiempo es continuamente replanteado en la obra de Cuerda, sometido a una sospecha constante, limitando su carácter rígido sustituyéndolo por otro más flexible y débil. Su valor significativo recae directamente en las relaciones de contigüidad y causalidad, si bien la búsqueda de valor representativo ha de hallarse en su propia materialidad y las relaciones de composición establecidas en la obra.
Existe una contingencia ejecutoria implícita en la obra de Alejandro Cuerda. Un espasmo inquietante, azaroso, cuyo fin radica en acceder al hilo tensor de una existencia nuda. El uso de materiales tan diversos que engloban desde la manipulación informática a la pintura matérica de superficie violentamente gestualizada, parece indicar que el tema recae precisamente en los materiales, pero deja claro que su razón de ser va mucho más allá de éstos para alcanzar otro fin de mayor envergadura. Esto fue lo que quizá dejaron escapar tanto el alfarero como su hija al intentar contener el recuerdo de la huella del amado a través de la figuración. La percepción de la obra de Cuerda se efectúa a través de una especie de trayecto, de tránsito. Un juego donde los significados de la obra parecen ir continuamente a la deriva. La percepción por parte del espectador se presenta así como un acontecimiento gemelo al mismo que generó la huella, en lo que podríamos denominar una epifanía perceptiva. Y como toda epifanía expresada en una manifestación breve, pero vale la pena esperar.
PEPE ÁLVAREZ.
Alejandro Cuerda. Desplegar la línea.
Centro de arte Harina de Otro Costal. Bojeo 90 Trigueros del 18 de sep al 18 de oct.
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